Tu cara me suena es un viaje, desde la televisión de hoy, a la evolución de las narrativas del entretenimiento televisivo, pues Tu cara me suena sabe recoger la esencia de esas icónicas actuaciones que reproduce.
Esta semana, sin ir más lejos, hemos visto a Esther Arroyo metiéndose en la Chrissie Hynde de The Pretenders. Y Arroyo, al ritmo de Don´t Get Me Wrong, nos ha llevado al ochentero plató de Top of the Pops, el longevo y más mítico programa musical de la BBC, que en España inspiró a formatos como Tocata e incluso Música sí.
Los ochenta eran tiempos de decorados sencillos que sólo necesitaban mucho neón, mucho humo y, lo más importante, focos, focos y más focos: el techo de los platós se incorporaba con inteligencia a la escenografía. La iluminación analógica era la gran protagonista, junto a la gente que abarrotaba el estudio para dar dinamismo a la profundidad de plano y, sobre todo, impregnar el show de esa esencia de discoteca de una época.
Una época en la que la realización televisiva bailaba al compás de la música de forma literal. Viva el corte rotundo, directo y milimetrado. Viva las actuaciones que cuentan una historia a través de la coreografía de cámaras, luces y miradas. Porque no sólo es importante mostrar una historia, también es crucial transmitir sensaciones a la hora de retratar esa historia.
Top of the Pops te hacía levantarte del sofá: