Como los viejos teatros de Londres, París o Nueva York, el Nuevo Teatro Alcalá se esconde en una manzana de viviendas. Su fachada estrecha no evidencia el amplio espacio que guardan sus entrañas, donde se oculta un escenario que permite un complejo viaje como el que propone Priscilla, Reina del Desierto.
Un viaje entre la comedia sin complejos, la coreografía imposible y la purpurina que mata prejuicios. Un viaje, en definitiva, por la esencia del musical perfecto que se sustenta en 11 claves para el éxito.
1. TEMAZOS EN DIRECTO
La historia de Priscilla se cuenta a través de grandes éxitos de cuando las pistas de baile eran pistas de baile. De Tina Turner a Gloria Gaynor. Sin tregua. Y eso se agradece. En cualquier musical. Mejor aún, cuando no se meten las canciones con calzador. Como pasa en este, donde los temas están a tono con el momento, sin forzar en exceso la trama.
2. COREOGRAFÍAS IMPOSIBLES
Un musical es sinónimo de coreografía. No sólo del elenco, también de los elementos escénicos de cartón-piedra. Todo va coordinado. Es más, si algún actor o bailarín se salta los movimientos marcados puede ser atropellado por cualquier decorado. Ejem. En Priscilla, el espectador vive la experiencia de asombrarse con las magnéticas coreografías de cada miembro del casting. Una explosión atlética.
3. UN MUERTO
Todo musical de éxito que se precie debe contar con un conflicto ñoño con final feliz. Un poco de sentimentalismo, vamos. Y ya mejor si hay algún muerto. Con su funeral. Y todo. Funeral en el que todos acaban cantando, claro. Y el ataúd termina dando más vueltas que una peonza por obra y gracia de la coreografía. El vivo al hoyo y el muerto al bollo. O era al revés. Porque lo musicales también son sensibles.
4. VESTUARIO DISCRETO
El vestuario debe ser excéntrico. Eso lo saben los grandes creadores de musicales. La señora suspira con su abanico en el patio de butacas “uy, qué pocholada“. Porque ver un musical como Priscilla supone descubrir diseños de moda imposibles e imponibles. La imaginación en telas. De hecho, en Priscilla, el escenario se acaba llenando de especies del desierto australiano y aledaños reproducidas en trajes.
5. CARNAZA
Por supuesto, como también sucede en el género español de La Revista, en el buen musical no puede faltar despelote del elenco. Porque un musical no es lo mismo sin el cuerpo de baile en paños menores. No iba a ser menos Priscilla. El erotismo es un saludable motor vital. También en el showbussines.
6. ALARDE ESCÉNICO
El gran valor añadido de Priscilla es que logra el más difícil todavía con la puesta en escena. Iluminación, leds, pantallas pero, no menos importante, tramoya tradicional. El epicentro es el autobus, un elemento vivo en escena, por dentro y por fuera. No para de metamorfosearse en toda la función gracias a alardes técnicos que lo convierten en una caja de emociones.
7. PÚBLICO PARTÍCIPE
Un buen musical también supone la experiencia colectiva entre amigos y conocidos. En Priscilla hay un momento que diferentes voluntarios suben al escenario para probar una coreografía. Un aliciente, pero que se consuma con inteligencia: pues no molesta a las personas que prefieren quedarse sentadas, sin ser arte y parte. Sólo es un guiño de entreacto.
8. LA HISTORIA
Ya sea un programa de televisión, un show de radio o un musical teatral, sin contar una historia no se va a ninguna parte. Una historia que sabe lo que debe narrar evitando esos rodeos de paja, en los que termina el espectador desconectando. Priscilla no te lo permite. Te mantiene atento. Y vivo toda la función. Con ganas de más.
9. El HUMOR CÓMPLICE
La comedia es básica en el espectáculo musical. Pero no cualquier tipo de comedia. La mejor es la que es cómplice con el espectador, se ríe de sí misma y se adapta, cuando el guion lo permite, a la idiosincrasia nacional.
10. ACTORES CON SUPERPODERES
Repetir a diario cualquier musical es un trabajo complicado. Pero todavía más complicado si en escena hay que lidiar con tantos cambios de vestuario, coreografías y movimientos de puesta en escena. Incluso con dos funciones seguidas en fin de semana. Pero ellos lo hacen como tal cosa, hasta consiguiendo hacer sentir al público que está viviendo una función especial. Y es verdad, pues nunca se repetirá. La fuerza expresiva de los protas del Priscilla español es digna de mención Christian Escuredo, Jaime Zatarain o José Luis Mosquera. Interpreta, cantan, bailan. También de las tres voces femeninas principales, que aparecen y desaparecen en los lugares más inesperados de la puesta en escena.
11. CHIMPÚN FINAL
Es cuando el patio de butacas y el escenario se convierten en uno. El público en pie, el saludo final de los actores y la sobredosis musical de despedida y cierre. La fiesta que no quieres que se acabe. Ese es el mejor adiós de un musical, aquí no se puede ser rácano. No hay que quedarse corto. Cuanto más dura ese clímax, ese chimpún final, más posibilidades tienes de que el espectador salga contento y de que el mejor marketing, del boca-oreja, surta efecto. De que tu musical sea un éxito.
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