Ellen DeGeneres no sólo es una gran cómica, es sobre todo la gran cómplice de la audiencia de la televisión norteamericana.
Ese es el secreto. Esa complicidad que desprenden los buenos amigos, que con sólo una mirada entiendes su guiño, su comentario, su travesura, su mordacidad. Eso lo tiene Ellen. Y eso nunca deja de sorprenderme. Su programa es lo más naif y, al mismo tiempo, lo más chispeante.
Todo lo contrario que era Oprah.
Ellen rompió con la egocéntrica sensiblería, sin demasiados escrúpulos, de la tele norteamericana, donde todo morbo valía por la audiencia. DeGeneres enterró ese tipo de talk show.
En el daytime, ganó la televisión que cree en la inteligencia de la audiencia. Y así lo juega su programa, sabiendo qué y cómo preguntar a la celebritie de turno, sabiendo sacar partido a la revelación de Youtube del día, sabiendo aprovechar la espontaneidad del público en la grada, sabiendo realizar puestas en escena espectaculares con música en directo, sabiendo crear un hilarante momento televisivo con sólo un susto, sabiendo crear gags con videoclips o escenas cinematográficas memorables….
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